Buenos días y bienvenidos un día
más a Decídete a leer.
En el día de hoy os traigo un
nuevo relato que escribí para la clase de literatura. Para hacer esta práctica
tuvimos que leer algunos cuentos cortos como Vanka o El Capote. En
esta ocasión, el objetivo del ejercicio era hacer un relato sobre la
desilusión, por lo que estos cuentos servían de inspiración para conformar el
relato que debíamos escribir.
En otro orden de cosas, me
gustaría anunciaros que para comienzos de abril subiré una reseña de los libros
que leí en los meses de febrero y marzo. Últimamente no he tenido mucho tiempo para leer, así que he decidido unir las lecturas de los dos últimos meses para que quedase un post más compacto.
Sin más preámbulo os dejo el
relato que escribí, espero que lo disfrutéis y os llegue la intención que quería transmitir.
Un saludo.
UNA VIDA MEJOR
Desde donde estaba podía ver a
Elena, subida en su característico New
Beetle azul, mirándose en el espejo retrovisor mientras se azuzaba el pelo
y pulsaba el botón de encendido de la radio.
Me decía a mí mismo que debería
ir a hablarle, decirle de una vez lo que sentía e invitarla a tomar algo
después de clase. Siempre pasaba lo mismo, iba a hurtadillas hasta donde ella
se encontraba, repitiéndome todo lo que iba a decirle cuando la tuviese en
frente, pero en el momento en que me miraba y me saludaba entonando mi nombre solo
podía responderle con una absurda sonrisa bobalicona que a ella le producía una
risa tremenda.
Tenía la certeza de que aquel día
sería diferente, sentía cómo la confianza emanaba desde mi interior como un
caballo de carreras que desea salir disparado hacia la meta. Ese día no me
escondí detrás de la esquina de la cafetería que comunica con el aparcamiento
del instituto. Fui decidido a pedirle que nos viésemos más tarde, estaba seguro
de mi probabilidad de éxito, no sabía cuál era la razón de aquel repentino
ataque de valentía, pero tampoco quería desaprovecharlo, así que al llegar a la
altura de su coche reuní la fuerza necesaria y se lo pedí.
—Elena—dije en un tono que
denotaba una gran seguridad.
Me miró con esos ojos verdes
claros casi grises que en otras ocasiones habían conseguido dejarme
petrificado, como si de la mismísima Medusa se tratase.
—Quería saber si tenías algo que
hacer al acabar las clases.
Mantuve la mirada impertérrita,
su presencia no había sido suficiente esta vez para hacerme balbucear y que me
diese media vuelta. Me había atrevido a hablarle y tenía fe ciega en que
aceptaría mi proposición. Nunca había experimentado esa seguridad dentro de mí,
estaba encantado con la forma en la que salían despedidas las palabras de mi
boca.
De pronto sentí como si todo
girase a mi alrededor y se fuese transformando en un nuevo escenario que empecé
a reconocer cuando todo quedó estático. Elena estaba en mi casa, con mis padres
y mi hermana Gabriela. Era el día de mi cumpleaños y no podía dejar de sonreír,
Elena había venido a celebrarlo a casa con mi familia, nos comportábamos como
una pareja formal, todo atisbo de inseguridad y miedos que anteriormente
formaban parte de mí se habían perdido. La sensación de confort que
experimentaba a su lado, no podía tener comparación con nada que hubiese vivido
anteriormente.
Volví a sentir una especie de
sacudida que hizo girar mi mundo de nuevo, a la vez que me arrebataba por un
instante todo aquello por lo que tanto había luchado y que me dotaba de una
confianza interior que jamás había logrado a sentir. Esta vez me vi con ella en
un apartamento que no reconocía. Al detenerme en los objetos que
decoraban sus estanterías pude comprobar que muchos de ellos eran recuerdos de mi niñez.
Vislumbré una fotografía sobre la chimenea en la que Elena salía abrazándome
por detrás mientras ambos sonreíamos a la cámara. Elena estaba sentaba en el
sofá con ropa de deporte y me miraba con esos ojos que aún conseguían estremecerme.
Su expresión denotaba una ternura que jamás había visto en ningún ser humano
con el que hubiese tratado.
Para mi sorpresa, ese mundo
comenzó a girar de nuevo, al igual que los universos siguientes, los distintos
escenarios en los que estaba inmerso cambiaban cada vez más deprisa; pude
vernos a Elena y a mí sentados sobre la arena de la playa, el día de nuestra
boda o sosteniendo un bebé con los mismos ojos hipnóticos de su madre.
Después, solo conseguía ver
fotogramas que pasaban a gran velocidad sin que pudiese pararme a disfrutarlos.
La angustia y el miedo volvían poco a poco a mi ser, podía palpar la
inseguridad que me provocaba el no saber cómo detener aquel torbellino que me
arrastraba y se quedaba con mi vida, esa vida originada gracias al día en el
que conseguí imponerme a mis miedos e inseguridades. Sentía que estaba
retornando poco a poco a ese estado de desasosiego y soledad que siempre me
había acompañado.
Puedo comprobar cómo un leve
sonido irrumpe entre aquellas historias que se me escapan de entre los dedos.
Ha comenzado como una melodía casi inaudible, pero poco a poco se ha ido a
abriendo pasó entre todas estas imágenes hasta el punto en que las ha devorado.
En pocos segundos todo se ha convertido en un ruido molesto que consigue sacarme
de este mundo onírico.
Mi mente se resiste a abandonar
todos esos recuerdos que conforman la vida que deseo vivir, abro los ojos con
un repetido aleteo que a la vez que permite despegar las pestañas, me devuelve
a una realidad de la que no quiero formar parte. Siento cómo la inseguridad vuelve
a crecer dentro de mí, me incorporo para despejarme, ducharme y regresar al
triste instituto donde volveré a ver a Elena, donde sé, que una vez más, no me
atreveré a hablar con ella.
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