—Echo de menos a mamá y papá.
La joven vio cómo los ojos de su
hermano se iban tornando cristalinos, temblorosos, inseguros. Corrió a
abrazarlo, lo apretó contra su pecho y dejó que se desahogara. Debía ser
fuerte, sentía que debía protegerlo. La llegada al centro de acogida había
supuesto un fuerte varapalo para ambos, pero era su hermano quien peor lo
estaba pasando con este improvisado cambio.
Poco tiempo después de la llegada
de los dos hermanos al centro, una familia se presentó dispuesta a adoptar a la
joven. El proceso administrativo se solucionó en unos pocos días en los que
intentó preparar a su hermano para lo que estaba por venir. El chico era
pequeño, debilucho y extremadamente dependiente. Ella se afanaba en buscarle nuevas
amistades, hobbies o cualquier otra cosa que pudiese evadirle del dolor que
experimentaba desde tiempo atrás, pero por mucho que lo intentase no podía
separarlo de ella ni un momento.